Junta de Pelafustanes, así fue denominada la Junta Universitaria por parte del movimiento de resistencia en contra de la Ley 4, a principios de la década de los noventas del siglo pasado. Pareciera que el apelativo es un exceso para tan “ilustres” integrantes de un órgano que debe de estar formado por personas que gocen de reconocimiento general como honorables y prudentes, según el artículo 16, fracción VI de la Ley 4.
Según la Real Academia de la Lengua Española, pelafustán es sinónimo de pelagatos, y se refiere a una persona insignificante o mediocre, sin posición social o económica.
Evidentemente, las y los integrantes de la Junta Universitaria, pasados y presentes, no encuadran literalmente en esta definición; ni son personas insignificantes, ni carecen de posición social o económica, por el contrario, muchos de ellas y ellos, sobre todo los externos a la Universidad, han sido o son integrantes de las élites de nuestra sociedad.
¿En qué sentido se refería entonces el movimiento universitario de los noventas cuando los llamaba Junta de Pelafustanes?
Visto a la luz de lo que representó la imposición de este obsoleto órgano de gobierno, y el papel que han jugado muchos de sus integrantes, con sus honrosas excepciones, que de poco han servido últimamente, no queda más que entender este apelativo como una crítica dura y contundente al hecho de que la Junta Universitaria no es otra cosa que el órgano donde las élites universitarias y externas acuerdan, en lo oscurito, el destino de la Universidad y su presupuesto.
Las juntas universitarias o juntas de gobierno, o como se les quiera llamar, no son otra cosa que una manera efectiva que tienen los gobiernos y los poderes fácticos para meterle mano a las universidades de manera “legal”. Al contar con miembros externos, esos órganos violan la autonomía universitaria, la cual se define como el autogobierno de los universitarios.
Beltrones lo tenía muy claro, y por ello incluyó a la Junta Universitaria en su nefasta Ley 4. De lo que se trataba en ese entonces, y lo sigue siendo hoy, es evitar la democracia universitaria y mantener el control de la Institución.
Hoy a casi 31 años de la imposición de la ley 4, en plena tercera década del siglo XXI, y en marcha una cuarta transformación en nuestro país, es inconcebible que la Universidad de Sonora siga regida por un órgano oscuro, vertical y discrecional, más propio de sociedades cerradas y antidemocráticas, pareciera que para las altas esferas universitarias seguimos en la Edad Media.
La eliminación de la Junta Universitaria, y la plena democracia con votación de la comunidad universitaria para la elección de representantes a los órganos colegiados y de los titulares de los órganos personales, es el paso correcto en un país que se abre a la democracia, y que aspira a que sus jóvenes se formen como ciudadanos plenos con compromiso social y pensamiento y prácticas democráticas. De otra forma, seguiremos reproduciendo lo contrario.
¡DEMOCRATIZACIÓN DE LA UNISON YA!
¡NO AL CAMBIO QUE SEA SOLO UN MAQUILLAJE DE LA LEY BELTRONES!