"Pena de prisión a las ratas del ISSSTESON” (consigna sindical).
Como usted sabe, actualmente estamos empeñados en una lucha por la vigencia de los derechos humanos y la justicia social y que postula, centralmente, el derecho que tienen los trabajadores al acceso a la salud y la seguridad social, de suerte que se garanticen sin regateos ni manipulaciones las prestaciones y servicios que hacen posible una vida útil y una vejez digna. Entendemos la seguridad social como un mecanismo solidario de redistribución del ingreso prioritario en una economía donde lo único que suben son los costos de los bienes y servicios básicos para la población, así como las prerrogativas que tiene las empresas privadas sobre las entidades públicas.
A todo mundo pega la inflación, la falta de oportunidades, el desempleo y subempleo y, sobre todo, la ausencia de sentido social que tiene las reformas estructurales que no sólo afectan la buena marcha de los asuntos públicos sino que desgarran el tejido social y general cuadros de violencia incontrolables e inocultables, a pesar de los esfuerzos del gobierno por ocultar los nefastos efectos de las privatizaciones, la desnacionalización de los bienes públicos y la ausencia de un proyecto nacionalista.
En este desbarajuste neoliberal las fuerzas sociales están atomizadas por el peso de la ideología dominante de corte inmediatista y pragmático, individualista y animada de un sórdido hedonismo que subordina el interés público al privado, con el resultado de una sociedad excluyente y hostil para las grandes mayorías nacionales.
La corrupción avanza a pasos agigantados en el terreno fértil de la desideologización y el individualismo de corto plazo, siendo el futuro algo siempre lejano y ajeno, como lo son las causas sociales y los retos de afrontar las amenazas del sistema. Parece como que la voluntad política de una mayoría apática y acomodaticia estuviera por renunciar a sus derechos ciudadanos se declarara partidaria del voto útil hacia quien tiene el poder y representa el polo explotador de la sociedad. El síndrome de Estocolmo en su versión nopalera.
Muchos dirán que para qué luchar si de todos modos el sistema hará lo que le plazca, que es el gobierno y contra él nada se puede, que para qué desgastarse en luchas cuesta arriba, entre otros “argumentos” producto de una mentalidad domesticada. Nosotros decimos que una lucha está perdida cuando se abandona. Debemos entender que la utopía se alcanza sólo perseverando en un proyecto entendido como de largo plazo, porque si se quiere aquí y ahora el movimiento se desacredita y acaba en decepción y en inmovilidad social y política. El agua no hierve a menos de 100 grados centígrados en condiciones normales.
En el caso particular del grave problema de la seguridad social en Sonora, como en el resto del país, se tienen constancia de una política gubernamental privatizante que parte del supuesto de que es mejor la administración de los recursos pensionarios por parte de los agentes privados antes que el propio gobierno, porque ellos “garantizan mejores rendimientos, menos burocracia y transparencia”. En el mundo real está documentado en experiencias internacionales que nada de esto sucede de acuerdo con la receta neoliberal en boga. Así pues, el enorme caudal de recursos frescos que ingresa a las arcas de los agentes privados administradores de ahorros pensionarios no garantizan nada sino pérdidas cíclicas llamadas eufemísticamente “minusvalías”, dependiendo del comportamiento de la bolsa de valores, con lo que tenemos más de tres billones de pesos gratuitamente entregados a las administradoras privadas para que especulen con ellos, generen ganancias para ellos y sólo entreguen pensiones del 30 por ciento de su salario al trabajador. Las empresas administradoras, sin embargo, advierten que debe aumentarse la participación de los trabajadores mediante un mayor ahorro “voluntario” para dar viabilidad al sistema y poder alcanzar mejores pensiones. La fórmula ideal es aportar más durante más tiempo.
Curiosamente, los sistemas de seguridad social estatales presentan condiciones de deterioro y riesgo de quiebra debido a que los fondos se vuelven insuficientes para cumplir con el pago de los servicios y prestaciones a su cargo, a pesar de que los trabajadores siguen puntualmente cotizando. Entre las causas están los costos de las pensiones en relación con el tiempo y monto de las cuotas aportadas y, desde luego, los desvíos milmillonarios de que son presa desde el propio gobierno estatal. Entonces, tenemos que los trabajadores “deben aportar más y durante más tiempo”.
Mientras que los presupuestos estatales y federales para la educación superior disminuyen en términos reales, los sistemas pensionarios pugnan por aumentar tiempo y cuotas, con lo que se reducen las posibilidades de un sueldo remunerador. La clase trabajadora en general y los universitarios en particular sufren los errores de la política económica nacional y de la reducción de las responsabilidades del Estado que transfiere o comparte con el sector privado, ahora mayormente trasnacional.
Las anteriores consideraciones pintan las coordenadas de las luchas sociales y el contexto en el que se dan las acciones de resistencia y oposición al modelo neoliberal y los perversos impactos de sus políticas, entre los que destacan la grosera impunidad de los defraudadores, de los saqueadores de los recursos de la seguridad social estatal. Sonora es un ejemplo de robo impune de los ahorros de los trabajadores y lo es también de la presión y el hostigamiento contra los trabajadores a fin de que acepten condiciones que son de suyo indignantes.
Tal es el contexto y el carácter de la lucha de los sindicalistas universitarios en defensa de la seguridad social; es una lucha dispareja, llena de obstáculos algunos de ellos puestos por los propios trabajadores afectados que han cedido por enajenación a los impulsos de un sistema corrupto y castrante. El inmediatismo individualista es un cáncer que corroe las entrañas de las organizaciones sindicales, y es evidente factor de fracaso de los intentos reivindicatorios de derechos y conquistas laborales y sociales. Contra ello, la medicina efectiva es la toma de conciencia y de compromiso para con la organización y los intereses de clase. La unidad es esencial para la lucha de los trabajadores.
Confiamos en que las presiones recaudatorias espurias del ISSSTESON no prosperen, y que la clase trabajadora sonorense pueda decir a las generaciones futuras que cumplió con su deber.