Elementos para un análisis crítico del Modelo Educativo 2030 de la Universidad de Sonora

Autor: Sergio Barraza Félix

Ponencia presentada en el V Congreso General Resolutivo del STAUS

El 31 de mayo de 2018 el Colegio Académico de la Universidad de Sonora aprobó el Modelo Educativo 2030. En el documento publicado en el portal de la Universidadse precisa el alcance del modelo, “un documento teórico-conceptual que constituye el marco general y referencial que orientará el desarrollo del quehacer institucional de la Universidad de Sonora en una perspectiva de 2030”.

Este no es un caso aislado a nivel nacional, sino una consecuencia de las directrices de la ANUIES, que a su vez dice retomar de los acuerdos de la ONU y la UNESCO. Sin embargo, mientras que esos organismos insisten en la participación de los académicos y estudiantes en la discusión y elaboración de un documento tan importante como el que nos ocupa, en la Universidad de Sonora su aprobación se realizó al margen de la gran mayoría y esto gracias a la ley orgánica 4 que le otorga a la administración universitaria el control de los órganos colegiados.

Curiosamente el mismo documento enfatiza la necesidad de que la comunidad universitaria conozca, discuta y participe sobre este tema: “Los cambios propuestos por este modelo, así como los que habrán de plasmarse en los documentos y normatividad complementaria, sólo se traducirán en cambios reales en el quehacerdelainstituciónyenelejerciciodelaprácticadocente,enlamedidaenqueexista una participación de todos los involucrados en hacerlo posible: profesores-investigadores, estudiantes y administrativos. Para ello resulta de fundamental importancia que los planteamientos, la filosofía y las características del Modelo, sean conocidos, discutidos y adoptados por la comunidad universitaria”.

Esta incongruencia muy probablemente marcará el destino de este modelo, así como sucedió con la mal llamada reforma educativa del régimen que termina. Se repite la receta, unos notables siguiendo directrices de organismos externos definen “lo mejor” para la educación, sin considerar a los actores directos del proceso educativo, luego esos notables pretenden que docentes y estudiantes se guíen por el modelo impuesto.

Para sustentar el Modelo Educativo 2030, el documento presenta una versión resumida de los contextos internacional, nacional, estatal e institucional. En el plano internacional se parte de una visión acrítica del proceso de globalización, se asume como si fuera un fenómeno que raya en lo natural y para el cual solo hay una interpretación y una única respuesta. Se asume la visión neoliberal y se desechan las visiones críticas y alternativas. No se exponen los problemas sociales que enfrentamos, como son marginación, pobreza, violencia, corrupción, como consecuencias de la globalización neoliberal.

Es precisamente esta visión neoliberal la que se retoma para justificar el modelo educativo 2030, el cual según sus autores servirá para “responder a los retos que la globalización y la sociedad del conocimiento plantea a la institución”.

Curiosamente el modelo retoma elementos que bien podemos catalogar como de avanzada. Es el caso del reconocimiento del papel activo del estudiante en el proceso de aprendizaje, la formación humanista, el ejercicio de la libertad con responsabilidad social, la equidad, el desarrollo del juicio crítico y la creatividad. Son elementos con los que difícilmente podemos estar en desacuerdo. Sin embargo estos elementos son eclipsados por otros más ligados a la visión empresarial de la educación y que precisaremos más adelante.

La quintaesencia del modelo 2030 es la educación por competencias. Aquí no hay que olvidar que este término es retomado del ámbito empresarial y precisamente una de las críticas que se hacen es la fuerte tendencia que tiene la educación por competencias a degradarse en mera instrucción para el trabajo.

Así podemos ver que en el documento se señala que un rasgo fundamental del modelo es “la vinculación de los procesos de aprendizaje con las habilidades requeridas en la práctica profesional” respecto de lo cual se propone “Generar oferta educativa con la participación más activa del sector productivo”, establecer un “Modelo dual que busca un aprendizaje situado del alumno en el ambiente de las empresas” y la “Certificación de competencias laborales”. ¿Nos convertiremos en capacitadores para las empresas?

En contrapartida el documento reconoce que el modelo conlleva cambios en los roles del profesor y del alumno. Por ejemplo en el caso del profesor dice que es un facilitador, un guía, que ayuda y diseña situaciones de aprendizaje con contenidos pertinentes, que promuevan el descubrimiento, el trabajo en equipo y en escenarios reales.

Pero este reconocimiento de un nuevo rol del profesor, no se complementa con acciones que permitan asegurar las condiciones para su cumplimiento. Las aulas no están diseñadas, amuebladas ni equipadas para las actividades de aprendizaje que implica el modelo. Mucho menos el tamaño de los grupos, 40 alumnos y a veces más. Ni que decir de las condiciones laborales de los profesores de asignatura, que con una carga de 25 horas a la semana no cuentan con tiempo suficiente para el diseño de las situaciones de aprendizaje que se requieren. Incluso los profesores de tiempo completo, para quienes la función docente no es muy redituable, también encuentran limitaciones de tiempo por la absorbente demanda de resultados en investigación. ¿Se va entonces a simular?

No ocurre lo mismo cuando se trata de aspectos del modelo considerados relevantes por la administración universitaria. Por ejemplo la flexibilidad que se dice requiere este modelo se plantea concretarla con modificaciones a los planes de estudio, reconocimiento de aprendizajes adquiridos fuera de la universidad, sistemas flexibles de gestión escolar que permitan el manejo de distintos esquemas de programación del ciclo lectivo, entre otros. Se trata de una flexibilización controlada por la administración universitaria que le permitirá promover sus objetivos y que muy seguramente afectará a los académicos con la disminución de la materia de trabajo.

Lo mismo sucede con la joya de la corona de esta administración, la internacionalización. Para lograrlo se propone “armonizar los contenidos básicos de la enseñanza universitaria en los diferentes campos del saber,lo mismo que el sistema de reconocimiento de créditos académicos para que sea más fácil su aceptación en instituciones diversas, la incorporación de contenidos relevantes internacionalmente en los planes y programas de estudios, la impartición de cursos aislados y programas completos en un segundo o tercer idioma,…, la alineación de los calendarios escolares a fin de que faciliten la movilidad de los estudiantes y profesores”. Todo indica que no se escatimarán esfuerzos para “lograr” la tan deseada internacionalización.

¿Hacia dónde vamos con este modelo educativo 2030? Hacia un mayor control de los procesos académicos por parte de la administración universitaria; la vinculación con la empresa, la flexibilización, la internacionalización, la certificación de la “calidad”, son elementos que le sirven para ese fin.

Por otra parte, los elementos de avanzada del modelo juegan un rol secundario bajo las actuales condiciones. Sin democracia, ni participación efectiva, con infraestructura inapropiada, con condiciones de trabajo deficientes no se pueden hacer plenamente efectivas.

¿Qué hacer? Como académicos debemos poner a debate el modelo educativo 2030, para elaborar nuestra propuesta de modelo educativo, que además incluya los cambios en las condiciones de trabajo que permitan fortalecer la academia en el marco de un modelo alternativo al neoliberal.